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12. 🪲 green dress

CHAPTER TWELVE:
green dress

Gaia se despertó y se quedó tirada en su cama, boca arriba con la sonrisa más tonta que podía imaginarse. La noche anterior había sido de las mejores de su vida, había llegado a casa de Acacio perfectamente arreglada y él la había recibido con un beso largo y profundo. Aún estaba cocinando cuando ella llegó, así que lo estuvo ayudando. Aunque más que ayudar, retrasó el proceso porque Acacio era incapaz de quitarle las manos de encima. Y hablaron, hablaron sin parar. Si antes ya hablaban, ahora más, y abrazados en el sofá de Acacio.

Pero aquella fantasía no duró demasiado, porque Gaia seguía siendo una ciudadana de la corte de Roma, y ya había soldados en su puerta con un mensaje desde palacio.

ᅳLady Gaia ᅳdijo uno de los soldadosᅳ. Los emperadores la invitan a una cena esta noche, y el emperador Geta le hace este obsequio.

El soldado hizo una seña a otro, que estaba tres pasos más atrás. Este sacó una caja roja y se la entregó sin decir una palabra. Cerró la puerta de su casa y algo temerosa ᅳquién sabe, podría ser un dedo amputadoᅳ abrió la caja. Era un vestido precioso, verde oscuro con detalles en plateado. Gaia odiaba el verde y solo usaba joyas doradas. Una nota cayó de la caja, Gaia la leyó.

Ni se atreva a llevar otra cosa para la cena.

Gaia sintió un escalofrío y dejó la nota sobre la mesa.

🪲🪲🪲

Estaba harta de todo ese paripé, de entrar a ese palacio, incluso de hacer el camino a caballo hasta allí. Aquel vestido era horrible, y le aterraba lo que podría significar aquel presente, pero reunió todo su valor y pisó el salón de palacio con decisión.

Entró con una postura impecable pero sintiendo como el corazón quería salirse de su pecho. Sabía que esa cena iba a ser algo más que una simple reunión de la alta sociedad de Roma, se notaba en el ambiente. Su mirada se encontró con la de Acacio al momento, ella formó una sonrisa calmada y caminó hacia él, pero justo entonces Geta se cruzó en su camino, parándola en seco. Ella tuvo que disimular su molestia con su mejor sonrisa forzada.

ᅳLady Gaia, su presencia es más que bienvenida hoy aquí ᅳdijo él con esa sonrisa que Gaia tanto odiaba.

ᅳGracias por la invitación, mi señor ᅳHizo un leve movimiento con la cabeza.

ᅳY veo que sí se puso el vestido ᅳcomentó, arqueando una ceja.

ᅳVos me lo ordenó, mi señor.

Geta parecía molesto de que Gaia siempre le recordara que ella hacía todo eso por obligación ᅳpor miedoᅳ, no por gusto propio.

ᅳLo que sea ᅳHizo un aspaviento y la cogió de la mano, guiándola a la mesa.

Entablaron una conversación incómoda con otra gente de la corte, haciendo que la cena avanzase lentamente y la ansiedad creciese cada vez más rápido. Geta no paraba de presumir sobre sus conquistas mientras Gaia apenas había probado bocado. Su mente estaba en otra parte, ansiosa e inquieta, se preguntaba cuantas veces podía mirar a Acacio sin que fuese sospechoso.

Él estaba al otro lado de la mesa, parecía cómodo, hablando con un reclutador de gladiadores excéntrico, por lo menos no parecía que se sentía como si su silla fuese cada vez más pequeña.

Por fin, Gaia encontró una excusa para levantarse y salir de la conversación. Se refugió en los pasillos del subsuelo del castillo, en las catacumbas. Sabía que su madre estaba allí enterrada, aunque había evitado visitar ese lugar, sus pies la habían llevado allí sin casi pensarlo. El silencio pulcro solo se rompía por el choque de sus tacones contra el suelo, al llegar a la tumba de su madre, el nudo de su estómago pareció desaparecer.

Recordó la última vez que hablaron, cuando la enfermedad aún se lo permitía, como ella no paraba de decirle que era la viva imagen de su padre, pero con el cabello de ella. Lucilla era una mujer hermosa, de joven había sido la joya de Roma, y ahora parecía que le tocaba a la heredera que quedaba en la ciudad serlo.

ᅳMadre... ᅳpronunció, con una leve sonrisa mientras pasaba el dedo por la inscripción de la criptaᅳ. He vuelto de mis viajes ya, Asia te encantaría. Roma está bien, es un gran sitio para ser enterrada ᅳSe rió de su propio chiste agridulceᅳ, pero me habría encantado ver Asia contigo. Me habría encantado estar contigo simplemente, te fuiste demasiado pronto, madre.

Tragó saliva y pasó su mano una última vez por la lápida. Debía volver al salón antes de que Geta sospechase de su ausencia.

Al volver al salón la cena estaba rematando, aunque las copas seguían llenas y la risas seguían cargadas de falsedad. De alguna forma, su mirada siempre conseguía encontrarse con la de Acacio, él ahora estaba al fondo del salón, apoyado en una columna con una expresión que se iluminó un poco al verla. Gaia sintió un fugaz descanso al mirarlo, que se desvaneció cuando Geta se levantó y golpeó su copa con una cuchara, llamando la atención de todos.

ᅳCortesanos, gracias por acompañarnos esta noche ᅳcomenzóᅳ. Pero antes de que concluyamos, me gustaría hacer un anuncio.

Gaia sintió como el corazón se le detenía mientras veía como Geta caminaba hacia ella. Iba a pasar, el vestido debía haber sido su primera señal, ahora no había forma de escapar.

ᅳLady Gaia ᅳSe paró en frente de ella, bajo todas las miradas de Romaᅳ, desde que llegó a nuestra corte, he quedado cautivado por su belleza, su gracia y su inteligencia. No puedo imaginar un futuro sin usted a mi lado ᅳEl silencio era horrible, Gaia juraba que podía escuchar su corazón repartir la sangre por sus venasᅳ. Por eso, esta noche le pido que acepte ser mi esposa y emperatriz de Roma.

Los aplausos comenzaron antes de que pudiese contestar. Geta abrió una cajita, con un anillo con una piedra esmeralda enorme. Ella sintió todo su peso caerse y miró a Acacio, que la observaba de una forma que casi le cortaba la respiración. Sabía que aquel momento lo cambiaría todo.

ᅳSí, mi señor. Me encantaría ᅳLo dijo con la voz más contenta que pudo.

Todo el salón se convirtió en una ovación, con vítores y gritos mientras Geta le ponía el anillo. Gaia solo pudo mirar a Acacio. Vio como apretaba los puños, la mandíbula tensa, antes de darse la vuelta y marcharse del salón. Gaia se hundió aún más, sabiendo que había arruinado algo que no había ni empezado.

La música volvió a sonar. Geta la tomó de la mano y la llevó al centro del salón para un baile, mientras la multitud seguía aplaudiendo y vitoreando. Gaia se dejó guiar como una muñeca, con su mejor sonrisa. Por dentro, estaba al borde del colapso, la forma en la que Acacio la había mirado antes de marcharse la rompía. Quería correr tras él, explicarle que no tenía otra opción, que su "sí" era una forma de supervivencia. Pero sabía que no podía. No ahora.

ᅳMi querida prometida, no parece muy emocionada ᅳcomentó Geta en un tono que pretendía ser juguetón, pero que a Gaia le sonó como una amenaza velada.

ᅳEstoy... sorprendida, mi señor ᅳrespondió de la mejor forma que pudo

ᅳSe acostumbrará. Será la mujer más poderosa de Roma, ¿no es emocionante? ᅳGeta sonrió con satisfacción, como si ya hubiera ganado una batalla que Gaia ni siquiera había tenido la oportunidad de librar.

ᅳPor supuesto, mi señor.

El resto de la noche pasó en un borrón de felicitaciones y miradas inquisitivas de los cortesanos. Gaia se sentía como un pez fuera del agua, luchando por mantener su papel mientras su mente estaba con Acacio. Cada vez que alguien mencionaba el futuro, la palabra "emperatriz" resonaba en su cabeza como una sentencia. No quería ese futuro, no quería ese poder y mucho menos quería a Geta.

Mientras, Acacio iba a caballo rumbo a su casa, con el rostro endurecido por la rabia y la frustración. No podía creer lo que acababa de presenciar. Había tenido la esperanza, aunque fuera pequeña, de que Gaia resistiría, de que encontraría una forma de rechazar a Geta. Pero verla aceptar, ver la misma sonrisa que él mismo había presencia días atrás... eso lo había destrozado.

NORA IS (S)TALKING . . .

damnnnn amo escribir esta historia chikis, they're just da best

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